Si no te gusta el sabor del agua de suministro, puedes emplear un sistema de filtración en casa que regule su pH, elimine químicos y residuos y neutralice los aromas y sabores desagradables. En cuanto a la seguridad, hay que subrayar que los controles del agua embotellada son menos restrictivos que los que se aplican al suministro público.
2. Hay que beber ocho vasos de agua al día
Existen numerosos mitos sobre el agua que hay que consumir a diario. El de los ocho vasos no es tanto un engaño como una interpretación errónea de las recomendaciones de los especialistas. Ocho vasos de agua es el equivalente a unos dos litros, la media de consumo de una persona adulta en condiciones de salud normales.
Sin embargo, no se trata de una cifra definitiva. A la hora de establecer las necesidades de hidratación de una persona intervienen otros aspectos como el sexo, el peso, la edad o el nivel de actividad. Todas estas variables deben ser tenidas en cuenta para valorar correctamente cuáles son tus necesidades hídricas.
3. Beber agua mineral adelgaza, sobre todo si está fría
Sería una estupenda noticia, pero no es más que otro de los originales mitos sobre el agua mineral que circulan por Internet. La mineralización del agua está relacionada con sus cualidades y con su sabor, pero no con ninguna propiedad adelgazante.
Para garantizar el correcto funcionamiento de nuestro organismo, el agua que consumimos debe tener unos niveles adecuados de electrolitos: potasio, magnesio, sodio, calcio y cloro. También ayuda a la asimilación de nutrientes y a la correcta eliminación de toxinas. Más allá de eso, el agua no es un elixir mágico para quienes desean bajar de peso.
4. Beber agua durante la comida hace que engordes
En el extremo opuesto a quienes confían en las propiedades adelgazantes del agua están los que creen que esta engorda. Es otro error de interpretación. La ingesta de agua no implica ningún aporte calórico al organismo. Ahora bien, si ingieres una gran cantidad y vas directo a la báscula, obviamente habrás aumentado de peso.
Ese incremento vuelve a equilibrarse a medida que avanza el día a través de diferentes funciones fisiológicas. Algo que sí te puede resultar de utilidad con respecto al control del peso es que el agua tiene un efecto saciante. Si la tomas antes de la comida, tal vez puedas reducir tu apetito, mientras que si la bebes en exceso mientras comes, te sentirás más pesado y el proceso digestivo podría ralentizarse.