¿Cómo te afecta la dureza del agua?
La Organización Mundial de la Salud no considera que la dureza del agua tenga un impacto negativo en el organismo. De modo orientativo, establece que los parámetros para el consumo oscilan entre los 100 y los 300 mg/l de carbonato cálcico, aunque el umbral de tolerancia puede estar por encima o por debajo en función de la normativa de cada país.
De forma general se considera que la concentración deseable debería estar por debajo de los 100 mg/l (agua de mayor calidad) y que por encima de los 500 mg/l la calidad deja de ser aceptable. En el caso concreto de España, la reglamentación técnico-sanitaria fija un valor de contenido en calcio de hasta 100 mg/l con un tope de tolerancia máximo de 200 mg/l.
Con todo, esta característica sí que conlleva algunos inconvenientes de tipo técnico que de forma indirecta podrían derivar en problemas para la salud. Las aguas demasiado duras provocan incrustaciones calcáreas en las cañerías. Estas a su vez favorecen a la aparición de membranas orgánicas que pueden albergar gérmenes y bacterias. Por otro lado, un exceso de cal en el agua puede interferir en el correcto funcionamiento de muchos electrodomésticos, como lavadoras y lavavajillas, aparte de suponer un aumento en el consumo de recursos.